sábado, 25 de diciembre de 2010 | By: Circleliteratus

Emile Cioran...En el cementerio de las definiciones

Tenemos fundamento para imaginarnos un espíritu gritando: «Todo carece para mí ya de objeto, pues he dado las definiciones de todas las cosas»? Y si podemos imaginarlo, ¿cómo situarlo en la duración?

Soportamos tanto mejor lo que nos rodea porque le damos un nombre y nos desentendemos de ello. Pero abarcar una cosa con una definición, sea lo arbitraria que sea ‑y tanto más grave resulta cuanto más arbitraria, pues el alma se adelanta entonces al conocimiento‑, es rechazarla, volverla insípida y superflua, aniquilarla. El espíritu ocioso y vacante ‑y que no se integra en el mundo más que a favor del sueño‑, ¿en qué podría atarearse sino en ensanchar los nombres de las cosas, en vaciarlos, y en substituirlos por fórmulas? Después evoluciona sobre escombros; no más sensaciones; sólo recuerdos. Bajo cada fórmula yace un cadáver: el ser o el objeto mueren bajo el pretexto al que dieron lugar. Es el desenfreno frívolo y fúnebre del espíritu. Y ese espíritu se ha derrochado en lo que ha nombrado y circunscrito. Enamorado de los vocablos, odiaba los misterios de los silencios pesados y los volvía ligeros y puros: y él mismo llegó a ser ligero y puro, puesto que aligerado y purificado de todo. El vicio de definir ha hecho de él un asesino gracioso y una víctima discreta.

Y es así como se ha borrado la mancha que el alma extendía sobre el espíritu y que era lo único que le recordaba que estaba vivo.


(De su libro Brevario de Podredumbre -1949)

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